Miras la montaña de escombros que se extiende delante de ti. Apenas puedes reconocer nada. Sólo hay barro sucio. Tú sólo ves eso, porque aún no puedes creer que aquello es, o fue, tuyo.
Te preguntas cómo has llegado ahí, aunque sabes perfectamente cómo. Todo el planeta lo sabe. La noticia ha dado la vuelta al mundo, pero a ti eso bien poco te importa. Que lo sepa más gente no arreglará nada. Nada te puede devolver lo que has perdido.
Quieres llorar. Quizás lo estés haciendo pero no estás demasiado pendiente. Tu mente piensa en otras cosas más importantes. Miras a la izquierda y ves más escombros. Conocías a las personas que vivían ahí. Erais vecinos desde hacía años. Te preguntas que habrá sido de ellos, si aún están vivos. Las últimas vez que los viste luchaban contra el agua, igual que tú. Igual que todos. Recuerdas que intentaste ayudarles, pero se hizo demasiado difícil y tuviste que concentrarte en saltarte a ti mismo. Si están muertos, ¿tienes tú la culpa? Tú les dejaste ir. Si lo hubieses intentado mejor...
Apartas esos pensamientos de tu cabeza. De nada sirve la culpa. Nadie es culpable de nada. Simplemente, pasó. Primero el terremoto, después el tsunami... Todo ese horror y que todavía no ha acabado. Ni siquiera sabes si podrás verlo acabar. ¿Hasta cuándo durará? Ojalá no hubiese sucedido nunca. Eras feliz. Ahora, no sabes que tienes, ni a quien tienes. El mar se ha cobrado muchas víctimas. A veces te descubres a ti mismo meditando si no hubiese sido mejor haber acabado entre la suciedad que ahora mismo pisan tus botas. Va a ser difícil volver a recomponer tu vida, aunque, posiblemente nunca llegues a hacerlo. El peligro no ha acabado, dicen.
Das un paso atrás porque quieres ver, además de tu casa, el resto del pueblo. Allí es donde naciste, donde creciste, donde has pasado toda tu vida. Pero ahora solo son escombros sucios. Eres casi incapaz de reconocer nada y eso es muy triste. Tú amabas ese lugar, y lo has perdido.
Sientes una mano sobre tu hombro y te vuelves. Te dicen que es hora de irte y asientes.
Echas un último vistazo de despedida y te vas sin mirar atrás. No quieres que sea más duro.
Mientras caminas, tratando de no hundirte, te preguntas a donde te llevan, a donde irás. Te gustaría volver a casa pero sabes que no puedes. Tu cama te espera caliente en ningún lugar para abrigarte y darte protección. Nada de eso existe.
Acabas de perder tu hogar.
Cristina
Enhorabuena. Un artículo buenísimo. Menos mal que has decidido a publicar algo. Ánimo...
ResponderEliminarEste articulo es genial! Me a gustado mucho. :]
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